martes, 9 de noviembre de 2010
Sobredosis de adrenalina en una mañana
sábado, 13 de diciembre de 2008
lunes, 1 de diciembre de 2008
Nueva Zelanda (Isla Norte)
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Última parada, Nueva Zelanda, ay Omá que esto se está acabando!
Pero bueno aún nos queda el último tirón, que no es chico, Aotearoa (Tierra de la gran nube blanca) como la bautizaron los maoríes a su llegada hace 7 siglos. Uy uy uy, como estan de puestos los chavales, y es que nada más llegar a Auckland como niños bien instruidos que semos, nos fuimos del tirón para el museo nacional para ponernos un poco al día en lo que a cultura Maorí se refiere.
Si bien, lo poquito que sabíamos de este país era que los All Blacks (el equipo de rugby nacional), hacían una danza de guerra maorí antes de empezar los partidos, el Haka taparahi.
Total que tras hechar toda la mañanita viendo las atrocidades y barbaries que cometieron los ingleses cuando colonizaron estas tierras, porque los holandeses lo intentaron como dos siglos antes pero los Maorís les dieron pal pelo quitandoles así las ganas de asentarse aquí también, nos dispusimos a darnos un par de voltios por la ciudad e ir trazando las posibles rutas que tomariamos tras recoger la furgoneta de turno al día siguiente.
No sabemos si será Auckland, el contraste de la tropical Indonesia contra el clima frío tardío primaveral de este país, o que nos hemos vuelto unos salvajes campestres antisociales, pero el caso es que de la ciudad queríamos escapar lo antes posible.
Carretera y carretera que espectáculo, este país si tiene algo bueno es que el mero hecho de viajar no es fastidioso ni mucho menos, como puede serlo si a cada kilometro te encuentras paisajes Tolkenianos increíbles, cada monte parece La Comarca, todo verde que parece un campo de golf sin fin, sino fuera por las pequeñas manchas blancas que se ven en la lejanía de ovejas pastando.
El primer objetivo era recorrer la península al norte de Auckland para después volver a pasar por la ciudad rumbo al sur y así darle un par de días al chino campeón, (gracias de nuevo chulo por arreglarnos el portatil, si estas leyendo esto en español eres un figura). Total, intentando encontrar un tajito o majadero (lugar para majarse), dimos con un sitio espectacular, con vistas a un laguito y todo, si no fuera porque nos vino un guarda en su Jeep y nos dijo que en el campo de golf como que no estaba mu bonito acampar, el sitio hubiera estao cojonudo y es que no es coña lo que he dicho antes, aquí todo parece un campo de golf, de hecho para hacer un campo homologado aquí no tienen más que hacer 18 hoyos en la parcela del garrulo ovejero de turno.
Total que nos fuimos con nuestra furgo-cani a otro parte, y rodando rodando dimos con un parque de kauris, que por si algún ignorante no sabe lo que es, o faltó ese día al colegio, los kauris son unos árboles grandes de cojones que tienen más años que Matusalén, és más, Matusalén bien podía haber nacido cuando estos árboles ya habían hecho la mili, de hecho, vimos uno que tenía 9 m de diámetro y 2000 años, que ya son años hay quieto tol día sin hacer nada
Una vez hechado los dos primeros días por el cabo norte pasamos por el chino en Auckland y tras recoger el portátil, nos fuimos hacía las cuevas de Waitomo, un sitio que no habíamos considerado por lo carisimo que era de visitar, pero que torno asequible a nuestros humildes bolsillos cuando en nuestras manos calló un cuponcito 2x1 que nos ahorraba 400 dolares. Suh webo ahí!
Y vaya si mereció la pena. Para empezar la entrada de la cueva estaba como a 100 m. de altura que te hacen bajar con una cuerda controlando tu por tu cuenta, era tan alto que no te daba ni vertigo, (sino me curo el vértigo en este país no sé donde lo haré).
click para ampliar (mira que chica se ve la cuerda)
Equipados con cascos y más abrigados con neoprenos que el muñeco de michelin, nos adentramos en la cueva, cuyo paso debíamos hacer siempre a contracorriente de un río subterráneo bastante bravo a veces el muy jodío.
veiamos hasta donde la luz de nuestro casco llegaba)
Que cosa más guapa, a parte de saltar entre distintas piscinas, pasar por estalactitas, estalacmitas, y demás movidas cavernarias ajustando arneses y cuerdas por todos lados.
Es lo bueno de no saber nada de un lugar, no te creas ningun tipo de expectativas, y es que, lejos de ser una rutita que todo el mundo podía hacer, como pensabamos al principio, fue bastante jodido. De hecho te hacían pasar por galerías tan estrechas que temías de quedarte atrapado sin poder moverte más que reptando, mi amigo Agu tiene que estar retorciendose na más que de pensarlo.
Y es que nos hicieron firmar un montón de papeles asegurando que no teníamos vertigo, claustrofobia, problemas cardio-vasculares, lesiones recientes en articulaciones o si quiera sobrepeso, y para ello tenían a cargo de la recepción dos pedazos de señoritas de 200 kilos cada una que de una manera empática y elegante hechaban para atrás a todo gordito que quisiera intentarlo. Solo faltaba el cartél de prohibido fumar pero con un gordito en vez de un cigarro. Lo más curioso de todo es que la visita se finalizaba con poniendote hasta el culo de carne, salchichas y demás en la mega-barbacoa que tenían en sus instalaciones.
Mas felices que unas lombrices tras el recorrido de 7 por las gélidas aguas subterráneas y con el estomago bien lleno, nos fuimos por patas al que fuera nuestro “highlight” o punto fuerte de nuestro pequeño viaje pa que nos entendamos, Las Tierras del Señor Oscuro, The Tongariro Nacional Park, usease Mordor pa los amigos.
Este parque tiene, como todos los parques naturales de por aquí, millones de rutas para hacer, pero al disponer solo de un día para hacerlo, y en vista que ya nos estamos preparando mentalmente para el Milford Track, que por sí no lo recordaís son 4 días de marcha subiendo y bajando montañita, nos declaramos en huelga y solo optamos por hacer el Tongariro Alpine Crossing, que consistía ni más ni menos que en un trazado que se hacía entre 5 y 7 horas por la parte más espectacular, incluyendo el paso a las faldas del Monte Ngarauruhoe.
La cosa estaba cantada, nos levantamos a las 5 de la mañana para coger un autobús que nos acercaba al parque, y de allí empezamos a eso de las 6 y media, después de una pequeña introducción por parte del chofer para ponernos al día de cómo y de que manera había que hacer el recorrido y cuanto tiempo teníamos para ello. También nos dijo que dentro de la ruta nos encontraríamos con otro trazado extra de 3 horas que era la subida al Volcan Ngarauruhoe, pero que eso era para hacerlo con tiempo porque era bastante inclinado y no nos daría tiempo a llegar a tiempo para pillar el bus de vuelta.
(empezamos enguataitos)
Adivinais que hicieron los chavales?¿?,como siempre, tomamos en muy buena consideración el consejito del amigo pero directamente nos lo pasamos por los… …tu sabes, y nos fuimos derechitos pal crater del volcan, y es que uno no pasa todos los días por delante del Volcan Ngaruauruhoe o Monte del Destino para los frickis del Señor de los Anillos, y es que también a mi primo se le metió en los güebos como buen mediano que es, subir y tirar algo por el volcan lo que pasa, es que en vez de hechar el anillo casi hechamos la jigailla intentando hacer cima, y sino hechad un vistazo como había que subir a cuatro patas durante más de dos horas por la puñetera montaña.
Consecuencia, pues tras perder 3 horas subiendo y bajando el volcán, tuvimos que hacer el resto del trazado casi corriendo, con el consecuente desgaste en nuestras rodillas que quedaron rebentaditas.
(y acabamos sudando como gorrinos)
En total fueron 9 horas en las que no pudimos parar ni para almorzar, por el puñetero autobús, de haber ido por nuestra cuenta nos hubiera ido mejor, esto nos pasa por morcillones y dejarnos engañar de nuevo por los Tours locales, (segunda y última cagada contando con Fraser Island en Australia) y es que la razón nos vuelve a decir que todo lo que hacemos por nuestra cuenta siempre sale mejor. Y es que para algo hechamos horas leyendo la Lonely Planet y demás guías que nos vamos encontrando y que nos permiten ir contrastando y planeando los que debemos hacer cada día.
El parque fue una locura, la ruta más espectacular que he hecho en mi vida, y es que, pasar por distintos valles, atravesar glaciares, andar a las faldas de un volcan, subir a otro, pasar por lagos de colores, joder, si es que hicimos en un día lo que hizo Frodo en 3 películas.
que son papas tesoro!
Una vez terminado esto teníamos previsto hacer otras rutas, pero debido al desgaste físico que nos provocó el subir y bajar tanta montañita que nos dejo hecho unos verdaderos despojos humanos, optamos por majarnos en las distintas piscinas calientes naturales que regaban la región, y es que algo bueno tenía que tener estar rodeadito de volcanes.
Cumplido el tiempo en la isla norte, volvimos a Auckland para soltar la furgona y coger el avión que nos llevaría hasta Christchurch para reunirnos con nuestras amigas y seguir viajando estos últimos 20 días ahora por la isla sur y en 4, que ya empezamos a estar un poco jartito el uno del otro, incluso estamos hablando que en la cena de nochebuena nos vamos a poner cada uno en una punta distinta de la mesa. Jejejeje!
Bueno, un abrazo chavales, nos vemos en la isla sur.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Lombok y Java
Pero antes de empezar, sepan todos ustedes que tenemos una flor en el culo. Después de dar más vueltas que el baúl de la Piquer, mi pobre portátil dijo hasta aquí hemos llegado. Murió justo el día que dejábamos Bali. Oh no, HORROR, no hicimos copias de todas las fotos que llevábamos hasta la fecha. Tras bajarnos del avión en Auckland y soltar las maletas, lo primero era buscar una tienda de informática para obtener un diagnóstico más preciso de la situación. Horror otra vez, el chino de la tienda nos dijo que “su experiencia le decia” que probablemente el disco duro habia reventao, que no habría manera de recuperarlo. Eso significaba por un lado perder todos nuestros bonitos recuerdos y por otro tener que parar el blog, perdíamos el soporte técnico. Pero no, el chino se equivocaba, flor en el culo, tras echarle un vistazo encontró un cablecillo suelto y… ¡todo arreglado! Gracias mil, chino de la tienda.
La segunda parte del viaje ha sido, como indica el título, las islas de Lombok, al este de Bali; y Java, a su oeste. Nuestro primer destino eran las Gili Islands, un conjunto de tres minúsculas islas al noroeste de Lombok, de similar tamaño a Bali pero a diferencia de esta, de mayoría musulmana. Para llegar a las Gilis habríamos de coger un ferry de 5 horas, mas un autobús de otras tantas, y por ultimo un pequeño bote de 20 minutos.
Si ya de por si los transportes en Indonesia no son precisamente cómodos y veloces, sumémosle que la noche anterior no dormí apenas debido a los incesantes vómitos que me producia lo que aquí llaman “travellers diahorrea”, o entre tú y yo, cagarse-por-las-patas-abajo. Madre no se preocupe usted, fue simplemente un día y medio con el estomago regulín, y la cogen más o menos la mitad de los que visitan esta esquina del mundo, no por comer o beber alimentos en mal estado, simplemente el intestino de uno necesita unos días para adaptarse a las nuevas bacterias.
Sea como fuere, el viajecito fue menuo, principalmente el ferry, ya que cuando estaba a punto de conciliar el sueño, pum, altavoz en mi oreja recitando oraciones del Corán, recordándoles a todos que era hora de rezar. Olvidaba que estábamos en un país musulmán, pero bueno, hay que respetar.
Tras el ferry y el autobús, llegamos a nuestra última parada antes de la tierra prometida, el puerto de Bangsal. Cuando digo puerto no se imaginéis un puerto, imaginaros una playa con cuatro cayucos para llevar suministros y a los cuatro turistas colgaos que les da por ir a estas islas. Según nuestra sagrada guía, este “puerto” tiene mala fama por estar frecuentado por todo tipo de buscavidas que te intentan vender humo, pero eso sí, mu barato mu barato.
Vaya si fue así. En el estado lamentable en el que llegué, y esperando el cayuco que nos llevara a las Gilis, me vino un zagal contándome la milonga de que dichas islas estaban llenas de mosquitos, pero además de los chungos, de los que te contagian el dengue, la malaria y el sarampión menuito. Pero no se preocupe usted oiga, le puedo vender un repelente y unos quemadores anti-mosquitos cabrones por el módico precio de 300.000 rupias (30 veces su valor). Crédulo de mi, me tragué todo el cuento; en parte por que estaba hecho un trapito, y en parte porque me imagine a mi madre diciendo niño ten mucho cuidaito; acabé comprándoles ambas cosas tras un poco de regateo por 100.000 rupias (6 €), más de diez veces su valor.
A pesar de lo mal que haya podido sonar todo lo anterior, mereció la pena con creces. Gili Air, una isla-pueblo con menos de 800 habitantes y donde no habríamos mas de 30 turistas, es lo más parecido al paraíso que hemos encontrado hasta la fecha. Playas de arena blanca salpicada de cocoteros, arrecifes de coral a pocos metros de tu bungalow, gente muy amistosa y, ¡oh sorpresa!, ni un solo mosquito. Tal y como me confirmo el dueño del bungalow donde nos alojamos, todo lo que me contaron era bullshit, cuentos chinos. No había ni una sola fuente de agua dulce en toda la isla (hasta nos lavábamos los dientes con agua salada), lo que significaba cero mosquitos. Aun así, para que os quedéis tranquilos, sabed que esta parte de Indonesia es zona de no riesgo en cuanto a malaria y demás enfermedades chungo-contagiosas.
Hasta tal punto estuvimos allí de a gusto, que acabamos estando el doble de días de los que teníamos programados en un principio. Y es que era el sitio ideal para no hacer nada… y disfrutarlo. Tras chequear varios resorts en la isla (entiéndase por resort la casa de uno del pueblo que ha puesto una barra y ha construido 5 bungalows de madera y paja al lado de la playa), elegimos el Sandy Beach, en el que pagamos algo así como 2,80€ la noche cada uno. Podéis haceros una idea con el siguiente video.
Tras desayunar una ensalada de frutas tropicales, empleabas el día leyendo, escuchando música, bebiendo Bintang (la birra local), haciendo snorkeling y demás arduas tareas. Llegada la noche el dueño del chiringo cogía su barca y se daba un paseito por los corales vecinos para traerte el pescado que más te apeteciera ese día y hacértelo en la parrilla, mientras D'man y el otro camarero feo que sale en el video animaban la velada con su guitarra y timbales respectivamente, todo ello a la luz de una hoguera hecha con cáscaras de coco (estupidez hacer una fogata en el trópico, pero da ambiente).
La relación con estos dos personajes no era la típica camarero-cliente, ellos estaban sentados con nosotros como otros más, y si se te acababa la cerveza y te apetecía otra, te daba cosa decirle: “¿pisha te importa dejar de tocar la guitarrita y traerme una birra?”, a lo cual te respondía: “espérate”, “no tengo ganas” o “ve tú a por ella”. Otra situación común era a la hora de pedir la cuenta. Tras unas pocas cervezas ya en la madrugada, te daba por pedirle la cuenta, a lo cual te respondía: “psssss… ¿te importa pagar mañana, que ahora no estoy en condiciones de hacer los números?”. Esto te hacia sospechar, pensabas que al día siguiente te iba a inflar la factura, pero cuando pagabas y comprobabas que se le habían olvidado la mitad de las birras solo podías reírte.
Se me olvido comentar sobre estos dos amiguetes de la foto. Son dos italianos que conocimos en la barquilla que nos llevo aquí, bastante competentes los chavales pero… ni papa de ingles. Resultado: durante la siguiente semana que pasáramos juntos o hablabas italiano o no hablabas, ya que aquí el tito lo habla como si fuera de allí. Al menos mi nivel de italiano ha pasado del 3 al 5% (quando arrivo a casa…)
Tras esta agotadora semana llegó la hora de partir (estuvimos a punto de no hacerlo). Teníamos que decidir que hacer con los siguientes 6 días antes de volar hacia Nueva Zelanda. A nuestros oídos llegaron crónicas muy positivas sobre Java, la isla mas poblada de Indonesia y una de las menos turísticas. El problema era que nos pillaba un poco lejos, como a unos 1000km.
Decir 1000km en Indonesia es decir mucho, no es como ir de Sevilla a Barcelona por estupendas y novísimas autopistas (en comparación). Lo normal en este caso hubiera sido coger un avión por 600.000 rupias (45€) y echar hora y media.
La segunda opción era ir en autobús por una décima parte de eso, pero con la desventaja de: bote + autobús + ferry + furgoneta + otro autobús + otro ferry + ooootro autobús = 36 horas!!! La decisión parece fácil, pero cuando te das cuenta la cantidad de cosas que puedes hacer con 1.200.000 rupias, la opción B va cobrando peso.
Para bien o para mal, nos embarcamos en esta odisea con destino a Yogyakarta, Java. El camino fue de película. Tras las primeras diez horas, llegamos a Denpasar, capital de Bali, donde cojearíamos un autobús directo hasta nuestra ciudad destino. El sistema en esta estación era ir completando los autobuses hasta llenarlos, nada de horarios o tarifas formales, incluso aquí se regateaba. Tras ser prácticamente empujados hacia el interior de uno de ellos, iniciamos el camino. Quince horas escuchando los clásicos populares indonesios en tono de karaoke, aderezado con un frío del carajo y una gotera intermitente proveniente del aire acondicionado que me caía en la cara cuando por milagro divino conseguía conciliar el sueño. Una experiencia preciosa que recomendaría a todo el mundo, sin duda. Menos mal que nuestro autobús era de primera clase (¡con cena incluida oiga!) y hacía una parada en un chiringo con buffet, donde al menos de arroz podias ponerte hasta las cejas.
36 horas después llegaron los chavales a Yogyakarta enteros de una pieza. En esta ciudad si te sientes que estas realmente en Indonesia, ya que puedes andar un buen rato hasta encontrarte con un turista, todo lo contrario a Bali, que a pesar de que hay una inmensa mayoría de autóctonos, los megahoteles y sus turistas inundan toda la isla. Menos mal que aquí el tito aprendió a chapurrear indonesio, sobre todo a regatear, porque aquí ingles se habla poquito. Vean como se defiende:
Esta ciudad nos serviría de base para visitar dos de los templos mas impresionantes que he visto en mi vida: Borobudur y Prambanan. El primero, de origen budista (bastante curioso teniendo en cuenta la inmesa mayoria musulmana de la isla), se encuentra situado en un valle rodeado de volcanes y narra la vida de Buda a lo largo de sus 7 pisos.
Estamos en proceso de conversion y ya nos hemos circuncidado)
El segundo, de origen hinduista, se encuentra en peor estado debido al terremoto que sufrió la zona en 2004 y que apunto estuvo de acabar con él. Viendo tales maravillas te das cuenta de porqué te has pegado 36 horas metido en un autobús.
Tras un par de días, iniciamos el camino de vuelta a Bali, esta vez haciendo una parada a medio camino en el monte Bromo, un volcán activo que huele igual que el dulce aroma mañanero dentro de nuestra furgoneta.
El amanecer con el volcán y sus fumarolas de fondo fue memorable.
De vuelta en Bali hicimos cuentas, y habíamos estado unas 56 horas de viaje entre ida y vuelta contra unas 40 horas visitando templos y volcanes. ¿Merecio' la pena? Lo volvería a hacer sin pensármelo un segundo.
Los dos últimos días los pasamos en nuestra ya conocida Kuta, ciudad surfero-turística del sur de Bali, cerquita del aeropuerto. Dado que era la segunda vez que estábamos en la zona, no quedaba mucho más que ver, así que optamos por alquilar una moto y un par de tablas de surf y echar el resto del tiempo en remojo, para eso es Kuta uno de los destinos surferos mas famosos del mundo.
Y poco mas chavales, perdonad si me ha salido un poco largo, pero debido a los problemas técnicos con el ordenador el trabajo se nos ha ido acumulando. Próxima entrega: Nueva Zelanda Isla Norte!
Un abrazo!
lunes, 10 de noviembre de 2008
Bali, la isla de los dioses
12 de Noviembre, 22:00, llegan los chavales al aeropuerto de Denpasar, la capital de la isla. Todo lo que llevabamos en los bolsillos eran unos siete mil millones de billetes que nos dieron por unos 100 €. Y es que teniamos que salir del aeropuerto, y buscarnos las habichuelas para pasar la primera noche en Kuta, la ciudad más caótica y surfero-turistica de toda Indonesia.
Así que tras pagar las 50.000 primeras Rupias Indonesias del primer taxi que no nos llego ni a dejar en nuestro destino por el tráfico tan congestionado que había. Nos iniciamos a la búsqueda de una cama por las estrechas calles de Kuta, intentando, eso sí, pasar desapercibido ante los locales, pero no sabemos como la gente no nos daba por indonesios, no sabemos si era el color de nuestra piel que nos identificaba como monederos andantes o los mochilones que acarreamos de acá para allá.
El caso es que tras no escuchar a nadie, excepto a nuestra sagrada Lonely Planet, nos abrimos paso entre los bichos nocturnos que nos saltaban ofreciendo todo tipo de servicios… fuera habitación, pareos o comida en los kiosquitos humeantes. Así a golpe de Tidak Tidak… usease “NO PICHA” en indonesio, llegamos a un callejón donde nos salto un compadre que nos enseño la habitación más chunga y piojera de todas las que llevamos hasta ahora, eso si, con baño alicatao mohoso incluido. Pero es que… después de 6 horas de avión y una hora dando vueltas a las 11 de la noche, con 20 kilos a la espalda y diez cañones por banda, le dijimos al compadre que si… que nos la quedábamos… 70.000 por la habitación… 35000 cada uno… o sea 3 euros por cabeza, y mañana dios dirá.
Y Dios dijo algo. Dijo que nos quedáramos allí dos noches más aunque quisiéramos buscar otra cosa, pero por H o por B siempre nos acababamos enredando por el día visitando templos y demás, y llegando a casa rebentaitos… ( Nota: lease “casa” como elemento acogedor en pro de la tranquilidad de nuestras madres).
Total, que después de dar bandazos por la ciudad y sobrevivir al atropello de los millones de scooter que pululaban por la zona, decidimos que si no puedes con tu enemigo, únete a él.
Así que después de sopesarlo muy mucho, acabamos alquilando una moto por 4 euros el día y así poder visitar las playas del sur de Bali y el templo de Ulu Watu, con sus respectivos monos… monos cabrones…!!! Casi me robaron la cámara, menos mal que aquí el pequeño lo vio venir acechando por detrás mía, y el hijoputa me trincó la cámara de la mano, pero al escapar el bicho con el botín en mano, aquí mi valiente y aguerrido primo lo trinco por la cintura y el mono soltó la cámara, e irguiéndose se giró enseñándonos los colmillos de elefante que tenía el gachón, increpándonos al grito de Kjuiiiiiiiiii!!! al cual retrocedimos pasito a pasito, no sin dejar de mira al puto mono a la cara, por si nos saltaba encima… monos cabrones!.
Una vez visto el templo de Uluwatu a pleno sol… Uluwatu, 1990, estaba yo jartandome deservesa con mi amigo el mono cuando enderepente y debido a la calo que hacía, 45 grado a la sombra debajo de un cocotero… uy que se me va la pinza como siempre, ya voy al grano Pija coño, tranquilo.
Totá que nos montamos en nuestra amoto, con nuestros cascos de a veinte duro, rumbo a la lonja de Kuta donde pensabamos pegarnos la gran zampada de pescao en los chiringuitos matalascañeros de la pedanía en cuestión, viendo el atardecer, en frente propio de las olas. Que bonito.
Al día siguiente, que ya está bien, dejamos Kuta, cagón en la kuta, arreglamos el precio con uno de los setecientos fenómenos que te asaltan en la calle al grito de “Transport my friend!”, y nos piramos para Ubud, no sin antes, como siempre, regatear y regatear, porque los mamones decían que estaba muy lejos, 30 km, pero claro, aquí treinta km. se cubren en hora y media, igual que ir a Cádiz, pero con más motos y jugandotela en cada cambio de rasante.
Ubud, alguna hora de la mañana aún por concretar, llegamos a Monkey Forest Rd, la calle donde, ohhh sacra Lonely!!! decía que estaban los mejores tajitos pa dormir y a mejor precio de toda la ciudad.
Y así fue, arreglamos el precio en la casa privada de un compi que tenia jardin, y distintos apartamentitos, bastante más limpio que el anterior, (después nos coscamos que por el mismo precio nos hubieramos podío majar en otro con piscina, consecuente cabreo del tito que no le gusta un pelo salir perdiendo en los tratos gitaneros ni una mijita. Ya no me la dan mas, empiezo a estudiar el poquito Indonesio que viene en nuestra guía)
Ubud fue un pelotazo, vueltecita de rigor por los distintos templos, destacando sobre todo Monkey Forest Temple. Fue guapisimo a lo Indiana Jones, con sus esculturas llenas de verdina, y sus monos. (la madre que parió los monos, la camara guardá en manteca), pero esta vez nos explicaron los guardas que estos monos eran los mismos que en Ulu-Watu pero más wena gente, y tenían razon, solo los chicos te hechaban cojones.
Vease el video del mono cani, que le hechaba webos al “pequeño”, y como sus colegas el negro y el canijo lo intentan agarrar pa que no le zumbara. Al final mi primo se arregló con ellos y quedaron como amigos.)
De allí nos planificamos casi una semana donde hicimos varías rutas entre volcanes, campos de arroz, plantaciones de cacao, y demás, como podeís ver en las fotos de abajo, alargando así nuestra estancia en Ubud por seis días, ya que nos dijeron que el viernes había un grandisimo evento que no debíamos perdernos.
El magnanimo evento era ni más ni menos que la cremación de un miembro de la familia real de Ubud, uno de los ritos hinduistas más espectaculares, ya que los rituales del populacho no eran más que un pequeñito cortejo con las cenizas del pobrecito difunto, pero al ser Real, no veas como tiraban de la de Ubrique para festejarlo.
Y vaya si fue fue grande, desde allí nos dimos cuenta de un cierto vinculo que une, Ubud y Sevilla.
Para terminar la semana, y viendo que nos estabamos poniendo hasta las manillas porque aquí a este precio, los chavales desayunan, almuerzan y cenan a mesa y mantel, probando todas y cada una de las viandas que gentilmente nos ofrecen los nativos del lugar, ¡QUE NO NOS FALTE DE NA! Decidimos hacer un curso de cocina balinesa, al enterarnos entre zampada y zampada que Ubud era el epicentro de la cultura gastronomica balinesa.
La visita empezó en el mercado local donde vimos todos y cada uno de los ingredientes que hacen falta y que no tenemos ni puta idea donde los vamos a encontrar cuando lleguemos a Sevilla.
De allí y espantando moscas cuando pasamos por delante de las pescaderas vendiendo el pescao sin hielo y sin na, total a 40 grados con un 100% de humedad tampoco hace tanta caló, nos fuimos para el restaurante donde seríamos instruidos en el arte del buen yantar local.
Nos pusimos como el Kiko, porque cada plato, después de tomar notas en nuestros libros de recetas y cocinarlos, nos lo cepillabamos a dos carrillos. Evidentemente queda pendiente una cenita a cargo de los dos nuevos chefs en cocina Balinesa a nuestro regreso, el plazo de inscripción se abre el proximo 30 de Febrero.
De allí salimos zumbando para ver el atardecer en el templo de Tana Lot, con un coleguita brasileño que estaba en nuestra casa, pero llovía a cantaros y no pudimos tener muy buen tiro… Una pena… A nosotros un poco nos la sudaba porque aún estabamos digiriendo los 7 platos principales que nos habíamos jincao durante toda la mañana.
Una vez finalizada nuestra etapa en Ubud y alrededores, pusimos rumbo a Lombok, otra isla casi igual de grande como Bali, pero con mayoría musulmana, y bastante menos turistica, donde tras no pasar más de una pena, llegamos al paraíso… Gili Islands, pero eso… será otra historia, ahora os dejamos con un popurri de videos de Bali.
Un abrazo chavales!!!
(Continuara)